España ofrece ciudades bonitas de las que disfrutar, tanto por su estética como sus gentes, costumbres y gastronomía. Se puede constatar por los millones de turistas extranjeros que cada año nos visitan. Sorprende por ejemplo que muchos españoles no conozcan toda la riqueza que representan estas preciosas ciudades.
Ciudades como Donostia, San Sebastián, que tiene una belleza natural tremenda, y que para el que escribe es la ciudad más bella que existe. La Bella Easo –sobrenombre de la ciudad- está asentada sobre dos bahías de mar entre sus tres montes, Ulia, Urgull e Igeldo, cuenta con tres playas urbanas, que a poquito que salga el sol siempre tienen gentes disfrutándolas. Las playas de la Concha, Ondarreta y la Zurriola se engarzan con una arquitectura de contrastes históricos y modernos que merece la pena conocer. El peine de los vientos, el palacio Miramar, el balneario de la perla, el antiguo casino, hoy en día ayuntamiento de la ciudad y los cubos de Moneo, no dejan indiferente a ningún turista, y hacen sentir un alto orgullo a los donostiarras. El museo San Telmo, el edificio de la diputación, la catedral del Buen Pastor, el teatro Victoria Eugenia, el hotel María Cristina famoso mundialmente por el festival del Cine dejaran un gran sabor de boca. Por cierto, sabor, sabores, es lo que podrá disfrutar el visitante si recorre la gran y la pequeña gastronomía de la ciudad. Restaurantes de prestigio internacional, conviven con bares que ofrecen pinchos de reconocida calidad universal.
O bien, ciudades como Ávila, que destaca más allá de su enclave natural, por contar con una muralla que rodea toda la ciudad histórica de 2,5 km de perímetro. En su interior, las iglesias y la historia, el ajetreo y la tranquilidad, compiten por impresionar al visitante. Pasear por la catedral, los palacios, las plazas, los soportales, o por lo alto de la muralla será una experiencia inolvidable. Será obligatorio comer en sus restaurantes para empezar unas patatas revolconas o unas judías del Barco, y después un buen chuletón o cochinillo y de postre unas yemas de Santa Teresa, para después de una breve siesta continuar disfrutando de esta ciudad bonita.
